Desde una perspectiva lejana, nuestras vidas parecen intrascendentes. Tras un examen minucioso, resulta evidente que nos sentimos descontentos y nos falta una sensación de logro. Para gestionar nuestras emociones, la mayoría de las personas buscan consuelo en las creencias religiosas o buscan incentivos externos, como ganancias materiales o reconocimiento.
Aunque este método pueda parecer lógico, también puede resultar en el abandono de nuestra capacidad de pensar críticamente.
Por ejemplo, aunque las religiones establecidas como el cristianismo y el islam nos han ofrecido guía y propósito en la vida, nuestra exploración directa de nuestra situación en el cosmos ha revelado la falibilidad de las creencias religiosas. Sin embargo, un número significativo de personas persiste en adherirse a doctrinas religiosas debido a su preferencia por percibir la vida como si tuviera un propósito.
Además, numerosas civilizaciones y culturas inculcaron en su población la creencia de que habían alcanzado el control total sobre sus destinos. Esto se vio en los romanos durante su apogeo de gobierno y en los chinos antes de la invasión mongola. A pesar de brindar consuelo a muchos, esta convicción finalmente fue refutada cuando cada una de estas sociedades sufrió un colapso total.
Si no utilizamos la religión o la ideología política como medio para escapar de la inutilidad de nuestra existencia, estaremos haciendo grandes esfuerzos para obtener gratificaciones externas, como autoridad, riqueza o renombre. Sin embargo, estos no proporcionan una satisfacción duradera.
Sin duda, actualmente vivimos en una era de opulencia, donde las comodidades que ofrece la vida moderna sorprenderían a cualquiera de las generaciones anteriores. Sin embargo, la correlación entre aumento de riqueza y adquisición de bienes materiales no parece traducirse en una mayor sensación de felicidad.
Según un estudio, no existe una correlación significativa entre el dinero y la satisfacción con la vida. No es necesario hacer una investigación exhaustiva para observar este fenómeno: basta considerar con qué frecuencia los psiquiatras ven a personas ricas.
En nuestra búsqueda por encontrar un propósito en la vida, nos esforzamos por modificar nuestro entorno, ya sea mediante exhibiciones ostentosas de riqueza para ganar admiración o luchando por posiciones influyentes. Sin embargo, ninguno de estos métodos puede mantener nuestra satisfacción.