La novela se desarrolla principalmente sobre la base de la relación del protagonista con su padre, Andréi Versílov, por quien inicialmente siente rechazo y finalmente adoración. Lo odia como consecuencia de ciertos rumores que acusan a éste de diversos actos negativos hasta que descubre que dichos rumores son falsos; desde ese momento se da cuenta de que su padre «no es un aventurero que se ha arruinado y ha caído, sino un hombre de alma leal y absoluta nobleza. Arkadiy entonces pasará desde el odio de su padre a una absoluta extasiada adoración».1 Jorge Serrano señala, al respecto, que «Dostoievski introduce así en la novela un retorno del padre pródigo hacia el hijo, en lugar de ser a la inversa como en la Biblia. Será entonces el hijo quien, siendo consciente de que su padre no es el depravado moral que él creía, velará por él defendiéndolo y protegiéndolo».2 La obra marca claramente un antes y un después de la reconciliación: antes de ésta, Arkadiy, en un resentimiento proyectado hacia lo social, opta por pasar sus días encerrado en una habitación pequeña y alejado de la gente —situación que recuerda a la actitud de Raskólnikov recluido en su habitación y al «hombre del subsuelo»—; luego de la reconciliación, se apodera de él un optimismo ingenuo y desmesurado, que lo lleva a creer en la posibilidad de alcanzar un utópico paraíso terrenal.3 Se desengañará luego, lo que representará su paso de la ingenuidad a la madurez.