En esta obra, Balzac trata de distinguir entre la justicia absoluta y la terrenal. La primera está encarnada en el marqués de D'Espard, quien se enfrenta a su bella esposa –tal vez la mujer más pérfida de las creadas por Balzac–. En medio está el juez Popinot, quien trata de conciliar ambos sentidos de justicia.