El señor Dugrival, tenía la mala costumbre, que a su mujer preocupaba enormemente, de llevar grandes cantidades de dinero encima, cuando iban a apostar a las carreras de caballos.
Un elegante caballero se acercó a él un día, mientras esperaba para apostar y le dijo:
—Discúlpeme, pero creo que esto es suyo.
Y le entregó un reloj con una cadena de oro. Dugrival miró extrañado pero se dio cuenta de que era su reloj:
—Sí, es mío, mire tiene mis iniciales N D. ¿Cómo lo ha encontrado?
—Bien, pues si le parece acompáñeme y pondremos la denuncia para que los agentes de la autoridad localicen al ladrón.