Tengo veintinueve años, soy pediatra y he viajado por todo el mundo. No había visto a Joshua Luca en más de una década. Él fue una obsesión adolescente para mí hasta que, a los diecisiete años, esa fijación me llevó a tomar malas decisiones que tuvieron consecuencias en mi vida. Pero en una sola noche maduré y me olvidé de mi estúpido encaprichamiento por él. Ya no estaba colada por Joshua, y nunca volvería a estarlo. Pero nuestras madres siguen siendo grandes amigas, y cuando me vi obligada a volver a Londres organizaron, sin que yo lo supiera, que yo viviera en su casa. Da igual que ahora tengamos que compartir piso y que me lance la misma sonrisa sexy de siempre. No quiero ser consciente de que cuando me toca es como si miles de pequeños fuegos artificiales explotaran por todo mi cuerpo. Pienso en él y tengo que secarme las palmas de las manos en los vaqueros y concentrarme para calmar los latidos de mi corazón. Pero lo he superado. Estoy segura de que no volveré a enamorarme de él...