Habiendo llegado la víspera, de Potidea, Sócrates entra en la palestra de Taureas, y encuentra allí a sus amigos Querefon, Critias y otros, les da nuevas del ejército y pregunta a qué altura se halla la filosofía. Se le presenta Carmides, niño cuando su partida, y que era ya un joven formado y admirablemente hermoso; y se empeña la conversación primero con Carmides y después con Critias.