Así como Platón nos hizo patente la finalidad del Estado despojándola de todos sus velos y nubes, comprendió también con la misma visión profunda la situación de la mujer helénica respecto del Estado; en ambos casas consideró todo lo que alrededor de él se movía como copia de las ideas eternas a cuya comprensión había llegado y ante las cuales la realidad sólo era para él una imagen oscurecida, un espejo empañado.