Es esta novela peculiar en varios sentidos. Claramente victoriana, aunque escrita y desarrollada su trama ya entrado el siglo XX. Parecía llegado el momento en que la Tierra ya no tenía secretos para el ser humano. En el año en que se publicó El mundo perdido –1912– Roald Amundsen acababa de llegar al Polo Sur. Y, sin embargo, Conan Doyle incidía en la posibilidad de que la gran selva amazónica todavía guardase secretos insospechados, como así es. Cerraba el libro con un final irónico que nadie espera en una novela de aventuras clásicas de la que luego, muy evidentemente, beberían nuevos clásicos como King Kong.