Richard Warren sabía que Jenny Anderson no lo había acompañado a Tokio por voluntad propia, pero lo cierto era que el tiempo que había pasado con ella había resultado ser mucho más interesante que la fusión en la que Richard debía estar trabajando. De hecho estaba convencido de que ni siquiera ella podría negar la atracción que había entre ellos.Aún no podía creer que una mujer tan bella y encantadora como Jenny sintiera que no encajaba en el mundo. Quizá si la ayudara a encontrar a la mujer que la había entregado en adopción al nacer, podría demostrarle la atracción que sentía por ella...