Franz Kafka conoció a la periodista Milena Jesenska en abril de 1920, durante un viaje a Praga. Se hallaba en un café en compañía de unos amigos comunes y durante la conversación Milena le propuso traducir al checo dos de sus relatos. Así empezó la relación. Milena, mujer muy culta y de vivo temperamento, vivía en la Viena postimperial con su «matrimonio en lenta disolución»; Kafka, lo hacía en Praga. Sus encuentros sólo podían ser esporádicos. Las cartas ayudaron a superar la separación y se convirtieron en documentos de una pasión que fue creciendo a lo largo del tiempo que duró. Cartas a Milena reúne la correspondencia que Kafka le dirigió a Milena Jesenska, entre 1920 y 1922. La primera carta comienza como una novela. Leídas todas juntas se convierten en una novela de amor apasionado y desesperado.
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