Un hombre que malgasta su tiempo y sus fuerzas en la pereza se ofrece a sí mismo como blanco del diablo, que es un tirador maravillosamente bueno, y acribillará al ocioso con sus disparos: en otras palabras, los hombres ociosos tientan al diablo para que los tiente. El que juega cuando debería trabajar, tiene por compañero de juego a un espíritu maligno; y el que ni trabaja ni juega es un taller para Satanás. Si el diablo sorprende a un hombre ocioso, lo pondrá a trabajar, le buscará herramientas y no tardará en pagarle el jornal. ¿No viene de aquí la embriaguez que llena de miseria nuestras ciudades y aldeas? La ociosidad es la clave de la mendicidad y la raíz de todos los males. Los hombres tienen dos estómagos para comer y beber cuando no tienen estómago para trabajar. Ese pequeño agujero justo debajo de la nariz se traga en horas ociosas el dinero que debería poner ropa en las espaldas de los niños y pan en la mesa de la casa. Tenemos la palabra de Dios para ello, que "el borracho y el glotón vendrán a la pobreza"; y para mostrar la conexión entre ellos, se dice en el mismo versículo, "y la somnolencia vestirá al hombre con harapos". Lo sé tan bien como sé que el musgo crece en la paja vieja, que los hábitos borrachos y flojos surgen de las horas de pereza. Me gusta el ocio cuando puedo conseguirlo, pero eso es otra cosa; eso es queso y lo otro es tiza: la gente ociosa nunca sabe lo que significa el ocio; siempre tienen prisa y desorden, y por descuidar el trabajo en el tiempo apropiado, siempre tienen mucho que hacer. Holgazanear hora tras hora, sin nada que hacer, es sólo hacer agujeros en el seto para que pasen los cerdos, y pasarán, y no se equivocarán, y el hozar que harán nadie lo sabe sino los que tienen que cuidar el jardín. El Señor Jesús mismo nos dice que cuando los hombres dormían, el enemigo sembraba la cizaña; y eso da en el clavo, porque es por la puerta de la pereza por donde el mal entra en el corazón más a menudo, me parece, que por ninguna otra. Nuestro viejo pastor solía decir: "Un perezoso es buena materia prima para el diablo; puede hacer de él lo que quiera, desde un ladrón hasta un asesino". No soy el único que condena a los ociosos, pues una vez, cuando iba a darle a nuestro ministro una lista bastante larga de los pecados de uno de los nuestros por los que preguntaba, empecé con "es terriblemente perezoso." "Eso es suficiente", dijo el anciano caballero; "toda clase de pecados están en ese, esa es la señal por la que se conoce a un pecador hecho y derecho".