Esos a quienes se considera ÃĄrbitros del buen gusto son a menudo personas que han adquirido cierto conocimiento sobre admirados cuadros y esculturas y sienten cierta inclinaciÃŗn por todo lo elegante, pero si inquirÃs si son almas bellas, y si sus propios actos son como hermosos cuadros os encontrarÊis con que son egoÃstas y sensuales. Su cultivo es local, como si frotaseis un palo de madera seca en un punto, quedando frÃo todo lo demÃĄs. Su conocimiento de las bellas artes es cierto estudio de reglas y particulares o un juicio limitado del color y la forma, ejercitado por entretenimiento o exhibiciÃŗn. Es una prueba de la superficialidad de la belleza, que se da en las mentes de nuestros aficionados, que los hombres parecen haber perdido la percepciÃŗn de la dependencia instantÃĄnea de la forma en el alma. No hay doctrina de las formas en nuestra filosofÃa. Fuimos puestos en nuestros cuerpos, como se pone el fuego en una sartÊn, para ser transportados; pero no hay un ajuste preciso entre el espÃritu y el Ãŗrgano, y mucho menos es el Ãēltimo la germinaciÃŗn del primero. De modo que, en relaciÃŗn a otras formas, los intelectuales no creen en ninguna dependencia esencial del mundo material respecto al pensamiento y la voliciÃŗn. Los teÃŗlogos consideran un bonito castillo en el aire hablar del significado espiritual de un barco o una nube, de una ciudad o un contrato, pero prefieren volver al terreno sÃŗlido de la evidencia histÃŗrica; e incluso los poetas se contentan con un modo de vida civil y adaptado y con escribir sus poemas desde la fantasÃa, a una distancia segura de su propia experiencia. Pero las mentes superiores del mundo nunca han dejado de explorar el doble sentido, o deberÃa decir el cuÃĄdruple o el cÊntuplo o mucho mÃĄs diverso, de todo hecho sensual: Orfeo, EmpÊdocles, HerÃĄclito, PlatÃŗn, Plutarco, Dante, Swedenborg y los maestros de la escultura, la pintura y la poesÃa. Porque no somos sartenes o carretillas, ni siquiera portadores del fuego y la antorcha, sino hijos del fuego, hechos de Êl, y solamente la misma divinidad transmutada, a dos o tres pasos, cuando menos sabemos de ello. Y esta verdad oculta, que las fuentes de las que fluye todo este rÃo de Tiempo y sus criaturas son intrÃnsecamente ideales y bellas, nos lleva a considerar la naturaleza y las funciones del Poeta, o el hombre de la belleza, los medios y materiales que usa, y al aspecto general del arte en el presente.