La primera clave para esta comprensión es darse cuenta de que Dios no es simplemente una versión superior del ser humano. El concepto de un Dios limitado por las características humanas debe ser superado si queremos comprender Su naturaleza. La Biblia enseña que Dios es espíritu, y que quienes le adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Esto significa buscar una comprensión espiritual de Su esencia, trascendente e infinita, sin tratar de encerrarlo en moldes limitados.
Para acercarse a Dios, es esencial investigar cuidadosamente y reflexionar largamente sobre los aspectos fundamentales de Su naturaleza. En total, Dios tiene siete aspectos esenciales que nunca cambian y que, si meditamos en cada uno de ellos, podemos aprender a vivir más en armonía con la verdad divina.
La Vida es el primero y más crucial de esos aspectos. Dios es la Vida misma, y donde Él está, la vida se manifiesta. En tiempos de enfermedad o desánimo, podemos recordar que conectando con la esencia divina de la Vida, podemos restablecer el equilibrio y la salud. La alegría interior, expresión elevada de la Vida, está intrínsecamente ligada a nuestro reconocimiento de que somos hijos de Dios.
Otro aspecto esencial de Dios es la Verdad. Dios es la Verdad misma, inmutable y universal. Cuando comprendemos la Verdad divina, encontramos la libertad que trasciende las apariencias y distorsiones del mundo material. Al conectar con Dios como Verdad, nos guiamos por la claridad y la honestidad, y podemos confiar en que los hechos y la sabiduría divina se revelarán en todas las circunstancias.
Dios también es Amor, el Amor que cura y transforma. Donde hay miedo, la presencia del Amor divino disuelve las sombras y nos libera de las limitaciones de la mente humana. La práctica del amor, tanto en el pensamiento como en la acción, es la clave de la curación y de la comprensión de nuestra naturaleza esencial. Cuando cultivamos el Amor divino en nuestros corazones, superamos el miedo y nos alineamos con la abundancia de la vida divina.
Además, Dios es Inteligencia, una Inteligencia perfecta que gobierna el universo de forma armoniosa y ordenada. En un universo inteligente, no puede haber desarmonía, porque todas las partes están interconectadas y colaboran para un bien mayor. Comprender a Dios como Inteligencia divina nos permite ver más allá de las limitaciones aparentes, ayudándonos a darnos cuenta de que todas las cosas tienen un propósito y una razón de existir.
Dios es también Alma, la sustancia indivisible y eterna de la que somos una expresión única. Cada ser humano es una individualización de esta Alma divina, que refleja la presencia y la sabiduría de Dios. Al reconocer nuestra verdadera naturaleza, podemos abrazar nuestra divinidad interior, encontrando la confianza para afrontar los retos de la vida.
Dios es Espíritu, inmortal e inmutable. El Espíritu es la esencia indestructible, a diferencia de la materia, que está sujeta al deterioro. Al identificarnos con nuestro Yo espiritual, nos liberamos de la ilusión de la muerte y el nacimiento, dándonos cuenta de que somos seres eternos, conectados a la fuente divina.
Por último, Dios es Principio, la Ley divina que impregna todo el universo. Al alinearnos con esta Ley, somos guiados por la armonía cósmica, y nuestras oraciones y acciones se convierten en manifestaciones de esta conexión divina. El Principio eterno no cambia y nos ofrece la certeza de que, al vivir en armonía con él, nuestras vidas fluirán según la voluntad de Dios.
Cada uno de estos siete aspectos de Dios permite una forma única de comprender y experimentar la Divinidad. La armonía entre Vida, Verdad, Amor, Inteligencia, Alma, Espíritu y Principio revela la profundidad de la esencia divina, ofreciendo un camino claro para el crecimiento espiritual como hijos de un Padre común.
A.R.Ribeiro.
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