Todos los muros que se presentan al inicio de estos planteamientos se topan con el paradigma de la muerte del cuerpo: el vehículo biológico. A falta de una prueba contundente, o plenamente convincente, de lo que ocurre posteriormente a este punto en lo que respecta a nuestra mente, nuestra conciencia, nuestra alma o nuestro espíritu, la vida de gran mayoría de humanos se limita a una frustrada carrera por disfrutar momentáneamente de los placeres que pueden otorgar los sentidos, aún cuando una mente analítica sabría juzgar que hay un invisible árbitro de causas y efectos que van más allá de los fenómenos visuales, y que nuestro subconsciente nos advierte de cautela ante la posibilidad de un juicio en el Más Allá.
¿Qué pasaría si existiese la posibilidad de que todo lo que creemos conocer del universo no es más que una ilusión, una proyección cuántica holográfica en varias dimensiones, creada por una gran Mente de la que -incomprensiblemente a simple vista- somos parte intrínseca? La muerte, estado que percibimos como traumático y final, sería parte de este sueño ilusorio, una idea errada de nuestra propia Mente. Si bien, estaríamos ante enigmas dentro de enigmas que con esfuerzo y voluntad deben resolverse para que el hombre conozca su verdadera identidad y preexistencia. ¿Qué ocurriría si supiésemos que no somos este cuerpo que miramos al espejo, sino que lejos de estos sentidos de la física se esconde un cuerpo inmortal que es una parte individualizada de una gran conciencia única que experimenta una Matrix psíquica con fenómenos que parecen reales? Entonces, podríamos entender diferente el cosmos, de asumir que estamos encarcelados en un avatar sujeto a leyes inferiores de un multiverso lleno de laberintos. Nosotros seríamos parte de un gran número de almas que provienen de otro universo, y que experimentan una irrealidad basada en creaciones artificiales del propio ego de la Mente Colectiva de la que hacemos parte.
Dentro de esas experiencias casi ilimitadas, estamos sujetos a diversas leyes invisibles, que ni animales, ni hombres, ni ángeles, ni dioses pueden evitar, y que obligan a un equilibrio entre Luz y Caos en todos los universos, galaxias, dimensiones, sistemas estelares, densidades de vibración, planetas y planos de realidad. La vida y la muerte, lo que se siente en ellas, siendo un sueño tan aparentemente real, juegan parte de un guión preestablecido, donde la causa-efecto y el Destino, sobre estos, lanzan al alma a distintos escenarios cuyo antagonismo es justamente nuestro criterio de “Vida” y “Muerte”, cada uno como zona y/o circunstancia que le compete y el lapso que le compete dentro del Tiempo y el Espacio. Maya es solo un cosmos detrás de un velo a ser atravesado. No debemos caer en el engaño de suponer que solo somos un resultado químico de procesos azarosos y fortuitos que no tienen ningún papel o finalidad existencial, salvo la supervivencia para no dejar de existir. Craso error, fatal, de las falacias del ego. La Mente, como creadora de todo… La Luz como principio de la vibración de la energía cósmica del Gran Logos que se hace consciente de sí mismo… la dualidad como razonamiento de la separación… un vehículo de fuerza vital dentro del rango de la potencia de la luz… múltiples experiencias vivenciales… una muerte que no es muerte y una muerte que es supuestamente muerte… trascendencia, la iluminación de la conciencia que despierta del sueño creado por nosotros mismos… y la unificación con el Uno del que nunca hemos salido. Bienvenidos al camino a la Resurrección antes de morir.