Manuel fue acercándose de a poco a la damita de ojos negros, hasta que sus labios comenzaron a susurrarle frases bonitas al oído. Los ojos de Maruja se entornaron y sonrió levemente. 'El joven americano sí que sabe hablarle a una dama. No me equivoqué. Ahora quiero su cuerpo pegado al mío', pensó." El primer romántico del Río de la Plata fue un incomprendido. Manuel Belgrano no era militar y debió ocupar un rol inesperado. Además de ser un intelectual de avanzada, fue responsable de cambios políticos y sociales mal vistos por lo más rancio de la sociedad porteña. Tampoco cumplía con las normas de la masculinidad de su época: no era autoritario ni arremetedor. Por el contrario, fue un hombre sensible, refinado, elegante. Adorado por las mujeres, vivió romances tórridos con españolas, argentinas y francesas. Sin embargo, fueron tres las que marcaron su piel a fuego. Con la primera, Pepa Ezcurra, una jovencita de la sociedad porteña, mantuvo una relación clandestina que no pudo hacerse pública y de la cual nació un hijo criado por el mismísimo Juan Manuel de Rosas. En su paso por Europa fue una francesa de armas tomar la que robó su corazón: Isabel Pichegru. Ya de adulto, se deja seducir por una "niña" de la burguesía tucumana, Dolores Helguero. Tampoco se compromete con ella, pero viven una pasión que también trajo una hija al mundo. Manuel Belgrano murió solo y pobre. Nunca supo que el "hijo" de Rosas era suyo y apenas conoció a Mónica Manuela, su hija mujer. Mucho es lo que se ha escrito sobre Manuel Belgrano, y un sinfín de versiones intentó recomponer una figura patria que poco tiene que ver con ese hombre de carne y hueso presa de sus deseos más ocultos. Hacia esa zona de luces y sombras parte Florencia Canale en su nueva novela, Amores secretos. Un libro que reconstruye la vida privada del prócer y que a la vez confirma a su autora como una de las más innovadoras en el género de la novela histórica en la Argentina.