«La genialidad de James consiste en penetrar, como siempre, en lo más sutil de la psicología de sus personajes. Absolutamente recomendable.» Criticadelibros.com
Un joven crítico y editor fascinado con la obra del difunto poeta Jeffrey Aspern se entera de que Juliana Bordereau, una de sus musas, vive aún, anciana y aislada, en un palazzo
Convencido de que conserva cartas y material inédito del poeta, se acerca a ella camuflando sus intenciones y consigue que lo acepte como inquilino. El joven se introduce entonces en un mundo agónico y fantasmagórico, volcado exclusivamente en el recuerdo, que la orgullosa anciana habita con la única compañía de una sobrina suya, una mujer ya madura que no parece haber conocido otra cosa que la reclusión y el legado de un esplendor desaparecido: «Vivimos en un silencio aterrador ?dice?. No sé cómo pasan los días. No tenemos vida.»
La presencia del joven trae un poco de «vida» a su relegada existencia, aunque el descubrimiento de que las razones de éste no son desinteresadas ni inocentes dé un turbio e inesperado vuelco a la situación.
La idolatración del pasado y la necesidad de protegerlo envuelven a los personajes en una trama maestra de ambigüedades y bajezas, en la que el romanticismo y el materialismo se funden en una relación misteriosamente dialéctica.
Los papeles de Aspern (1888) es, junto con Otra vuelta de tuerca, quizá la nouvelle más famosa y emblemática de Henry James.
«No había nada que James hiciera como un inglés, ni tampoco como un norteamericano –ha escrito Gore Vidal -. Él mismo era su gran realidad, un nuevo mundo, una tierra incógnita cuyo mapa tardaría el resto de sus días en trazar para todos nosotros.» Henry James nació en Nueva York en 1843, en el seno de una rica y culta familia de origen irlandés. Recibió una educación ecléctica y cosmopolita, que se desarrolló en gran parte en Europa¬. En 1875, se estableció en Inglaterra, después de publicar en Estados Unidos sus primeros relatos. El conflicto entre la cultura europea y la norteamericana está en el centro de muchas de sus obras, desde sus primera novelas, Roderick Hudson (1875), Washington Square (1880; ALBA CLÁSICA núm. CXII) o El americano (1876-1877; ALBA CLÁSICA núm. XXXIII; ALBA MINUS núm.), hasta El Eco (1888; ALBA CLÁSICA núm. LI; ALBA MINUS núm.) o La otra casa (1896; ALBA CLÁSICA núm. LXIV) y la trilogía que culmina su carrera: Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904; ALBA CLÁSICA MAIOR núm. II). Maestro de la novela breve y el relato, algunos de sus logros más celebrados se cuentan entre este género: Los papeles de Aspern (1888; ALBA CLÁSICA núm. CVII; ALBA MINUS núm. ), Otra vuelta de tuerca (1898), En la jaula (1898; ALBA CLÁSICA núm. III; ALBA MINUS núm. 40), Los periódicos (1903; ALBA CLÁSICA núm. XVIII) o las narraciones reunidas en Lo más selecto (ALBA CLÁSICA MAIOR núm. XXVII). Fue asimismo un brillante crítico y teórico, como atestiguan los textos reunidos en La imaginación literaria (ALBA PENSAMIENTO/CLÁSICOS núm. 8). Nacionalizado británico, murió en Londres en 1916.
Catalina Martínez Muñoz (Madrid, 1961) es traductora literaria de autores como Wilkie Collins, Joseph Conrad, Thomas Hardy, Rudyard Kipling, Henry James, R. L. Stevenson, Edith Wharton o Virginia Woolf.