Pero eso no se cumplía en el caso de Abby Kennedy.
Aquella noche, ella no había necesitado que la esperase, que estuviese allí cuando llegó a casa, ni que compartiesen las noticias del día. Él había sido el que la había necesitado, el que no había podido dormir, y el que había estado deseando abrazarla con todas sus fuerzas.
La vida, de repente, se había vuelto muy confusa.
Y mucho más emocionante...