Había sido un día largo para Joni. Después de horas de práctica en la cancha, no podía esperar para llegar a casa y relajarse. Se tomó algunas fotos con los fanáticos, subió al auto con su entrenadora, la señora Wiggins, y se recostó sobre su asiento.
—Wow, pensé que ese día nunca terminaría—dijo Joni.
La señora Wiggins le daba el aspecto de una maestra de escuela severa.
—No sé cómo decirte esto, querida, pero los días de práctica extra son muy importantes. ¿Cómo crees que Anna Sánchez se mantiene en la cima?
Rodando los ojos, Joni dijo—: Sí, lo sé, señora Wiggins. Práctica, práctica, práctica.
—Eso es correcto. ¿Dónde estás clasificada entre las tenistas del mundo, querida?
—Segunda —gimió Joni.
—¿Y cómo llegarás al número uno?
—Práctica, práctica, práctica.
La señora Wiggins sonrió. Joni también lo hizo, pero solo una de sus sonrisas era sincera. En ocasiones como éstas, ella lamentaba haber elegido la vida de un profesional del tenis. Pero, de nuevo, a menudo no parecía una opción en absoluto. Desde que tenía la edad suficiente para sostener una raqueta, la pusieron en la cancha mientras sus orgullosos padres sonreían.