Cuando comencé este trabajo, era muy excitante. Cada vez que le contaba a la gente que era una científica especializada en ejecutar experimentos sexuales, quedaban atónitos y querían conocer todos los detalles.
No los culpo. Los detalles podían ser muy jugosos. Hablar de cuerpos sensuales entrelazados me encendía de sobremanera. Me quedaba frente a ellos, tomando notas en mi sujetapapeles, pretendiendo que solo los veía por mi interés en la investigación, pero por dentro sentía que me derretía.
Pero después de un tiempo, viendo todo tipo de actividad sexual, me comenzó a aburrir un poco. La investigación sexual pasó a ser un trabajo más.
El jueves comenzó como cualquier otro. Pasé la mañana observando a un hombre y una mujer teniendo sexo. Él era muy apuesto, alto, de músculos marcados y rostro delgado. Ella era una hermosa pelirroja muy menuda pero con un trasero perfecto y grandes senos que parecían no conocer la gravedad. Aún así no podía haber estado más aburrida.
“Listo, pueden comenzar”, dije disimulando un bostezo. Intenté ingresar a mi computadora para registrar mis notas pero no funcionó. Por alguna razón, no pude ingresar.
Así que simplemente tomé mi sujetapapeles y comencé a tomar notas allí. Anoté la hora de inicio de la actividad sexual que duró unos 30 minutos. Cuando terminaron, apunté la hora en la que habían terminado y todo lo demás que me pareció apropiado. “Gracias chicos esto concluye el experimento de hoy. Gracias por participar”.
Estreche manos con ambos, les di unas batas y los guíe hasta la sala de espera.
Regresé a la habitación del experimento y me tumbé en la cama.