Y, desde luego, no era inmune al encanto de aquel atractivo cirujano y soltero convencido. Mantener la distancia profesional con él se estaba convirtiendo en una verdadera proeza, y más desde que había tenido que empezar a darle la terapia en su maravilloso retiro de fin de semana. Una cosa era ayudar a un paciente, y otra muy distinta enamorarse de él.