De pequeÃąa su abuela la llevÃģ con una mujer postrada en un camastro; cuando ella dormÃa, emergÃa una entidad, una voz que erizaba los pelos, causaba escalofrÃos y miedo.
Su abuela la llevaba de acompaÃąante, la buscaba para saber cosas del destino o solicitarle un favor; pero La Voz siempre pedÃa algo a cambio, la gente lo sabÃa y si se estaba dispuesto La Voz cumplirÃa con lo pactado
Eso fue muchos aÃąos atrÃĄs, tantos que no recordaba, se habÃa borrado de su memoria por los aÃąos y por la razÃģn. Ahora era una parisiense, esperaba una nieta, la voz  ya no existÃa.
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