Como la mayorÃa de las malas ideas, todo habÃa comenzado como una broma. Una observaciÃģn impertinente que realmente deberÃa haber sido aplastada a distancia como una mosca persistente o dejada para disolverse en la memoria como un borrÃģn indistinto de las conversaciones del otro dÃa. DeberÃa haberlo sido, pero no lo fue.
En cambio, la broma se convirtiÃģ en una idea, una idea que se convirtiÃģ en una sugerencia, y antes de que me diera cuenta, estaba acumulando masa como una bola de nieve rodando cuesta abajo, ganando velocidad y tamaÃąo cuanto mÃĄs se empujaba. En cuestiÃģn de minutos, la broma habÃa crecido y se habÃa transformado en un plan de acciÃģn en toda regla, para el que ya se estaban haciendo arreglos. Una vez que la pelota empieza a rodar asÃ, siempre es difÃcil de detener. Las malas ideas tienen su propio impulso.
Morefield era una ciudad tranquila, llena, desafortunadamente, de gente no tan tranquila. Las formas primarias de entretenimiento en este pequeÃąo remanso rural, siendo ya sea chismes sobre otras las intrigas e indiscreciones de otras personas, o participar activamente en ellas por ti mismo para futuras discusiones con otros. Como un trÃo, Adrien, Dion y yo habÃamos decidido hace mucho tiempo no participar en ninguno.