En el caso de La cueva de Salamanca, publicado originalmente en 1615, el motivo es el del esposo burlado.
Leonarda, una dama rica, y Cristina, su criada, se disponen a disfrutar una velada con sus amantes (un barbero y un sacristán) ya que su señor Pancracio, marido de Leonarda, ha salido de viaje. Un estudiante pobre pide asilo durante esa noche y todos se disponen a disfrutar de un banquete cuando el marido regresa intempestivamente.
El estudiante logra persuadir al marido de que los dos hombres metidos en su casa son demonios que él conjuró para su diversión. A pesar de mostrar un adulterio, muy común en la temática de todo el teatro del Renacimiento, los temas son tratados con el pudor necesario para no ofender la moral del público.
«Entremos; que quiero averiguar si los diablos comen o no, con otras cien mil cosas que dellos cuentan; y, por Dios, que no han de salir de mi casa hasta que me dejen enseñado en la ciencia y ciencias que se enseñan en La Cueva de Salamanca.»