En el palacio residencial no había prueba alguna de un matrimonio feliz. No había fotografías. Ni ropa adecuada para una figura esbelta como la de Anna. Tampoco había confianza, como evidenciaban las interminables preguntas de Ishaq. Lo único que había era la relación primitiva y pasional que mantenían ellos... y, por supuesto, el bebé.
Anna pronto descubrió que no debía creer nada acerca de su matrimonio...