Berlín, 30 de abril de 1945, se escucha un disparo dentro del búnker. Heinz Linge entra a la habitación y encuentra el cuerpo inerte sobre un sillón. Hitler se ha suicidado.
Su fiel asistente lleva el cadáver a un lugar seguro y le prende fuego. Eso es lo que contaría a los oficiales de la KGB que lo torturaron durante largas noches de interrogatorios salvajes. Si eso sucedió, ¿por qué nunca se encontraron los restos?
Setenta años después, Jean-Christophe Brisard y Lana Parshina obtuvieron acceso exclusivo a los archivos confidenciales sobre la búsqueda del cuerpo de Hitler. Finalmente, el Kremlin aceptó presentarles restos humanos: un trozo de cráneo con un impacto de bala y una prótesis dental.
Los rusos aseguran que se trata de Hitler. Además, el reconocido médico forense Philippe Charlier reconstruye la escena del suicidio: la explosión del arma, la caída del cuerpo, las manchas de sangre.