Al sentir un roce en el cuello, Fernando de Ojeda soltÃŗ la pluma y levantÃŗ la cabeza. Una palmera enana movÃa detrÃĄs de Êl con balanceo repentino sus anchas manos de mÃēltiples y puntiagudos dedos. Para evitarse este contacto avanzÃŗ el sillÃŗn de junco, pero no pudo seguir escribiendo. Algo nuevo habÃa ocurrido en torno de Êl mientras con el pecho en el filo de la mesa y los ojos sobre los papeles huÃa lejos, muy lejos, acompaÃąado en esta fuga ideal por el leve crujido de la pluma. Vio con el mismo aspecto exterior cosas y personas al salir de su abstracciÃŗn; pero una vida interna, ruidosa y mÃŗvil parecÃa haber nacido en las cosas hasta entonces inanimadas, mientras la vida ordinaria callaba y se encogÃa en las personas, como poseÃda de sÃēbita timidez. Sus ojos, fatigados por la escritura, huÃan de las ampollas elÊctri-cas del techo, inflamadas en plena tarde, para reposarse en los rectÃĄngulos de las ventanas que encuadraban el azul grisÃĄceo de un dÃa de invierno. La blancura de la madera laqueada temblaba con cierto reflejo hÃēmedo que parecÃa venir del exterior. Dos salones agrandados por la escasez de su altura eran el campo visual de Ojeda. En el primero, donde estaba Êl, mezclÃĄbase a la blancura uniforme de la decoraciÃŗn el verde charolado de las palmeras de inver-nÃĄculo, el verde pictÃŗrico de los enrejados de madera tendidos de pilastra a pilastra y el verde amarillento y velludo de unas parras artificiales, cuyas hojas parecÃan retazos de terciopelo. Sillones de floreada cretona en torno de las mesas de bambÃē formaban islas, a las que se acogÃan grupos de personas para embadurnar con manteca y mermeladas el pan tostado, husmear el perfume del tÊ o seguir el burbujeo de las aguas minerales teÃąidas de jarabes y licores.
Sciencefiction en fantasy