¿Qué viene a mostrarnos este libro? La historia de cómo deseamos y cómo hablamos de nuestros deseos, de cómo llegamos a ser lo que somos. El modo en que hoy vivimos el vínculo sexual y su inscripción en una institución –el matrimonio, el régimen patriarcal– se configuraron en los primeros siglos del cristianismo. En un recorrido que va de Clemente de Alejandría a San Agustín, Foucault describe las pautas que regulan el comportamiento sexual y que, al señalar el camino recto y el que conduce a la caída, guían y dan forma a la subjetividad. Así, se valoran la virginidad, la continencia, la monogamia, la fidelidad, el sexo en función de la procreación. Y se condenan las relaciones homosexuales, el adulterio, la prostitución y los placeres del cuerpo.
Pero lo que de verdad marca la experiencia cristiana y configura parte de la nuestra no es la moral de lo permitido y lo prohibido. Es lo que está cifrado en la frase misma "confesiones de la carne": en Occidente –a través de la penitencia, la confesión y la dirección de conciencia–, hombres y mujeres fueron destinados a escrutarse a sí mismos y volcar su deseo en palabras, para decirse y decir a otros su verdad más íntima. Se convirtieron así, en virtud de un poder pastoral que luego se diseminó por toda la sociedad moderna, en sujetos de deseo y al mismo tiempo en animales de confesión.
En este libro decisivo, Foucault hace lo que parecería imposible: una historia del deseo, de esa parte de nuestra experiencia que consideramos evidente y natural aunque esté muy lejos de ser así. Las confesiones de la carne, la pieza que faltaba, es uno de los grandes capítulos de la historia ético-política de nosotros mismos y de nuestra actualidad.