Y este en un principio pudiera haber sido mi caso, aunque con una evolución y un final diferente.
Un caso en la que al intuir la presencia de algo Importante a mi alrededor y través de sus guiños, aún sin saber que. Decidiría instintivamente ir a su encuentro emprendiendo en consecuencia, un gran viaje...
El Viaje Alrededor del Alma.
En efecto... el Viaje en busca de mi profunda Esencia, si es que alguna vez existió, comenzaría con unas extrañas vivencias de las que empezaría a ser cautivo a mediados del año 1986, y que irían encadenando de misterio los años venideros.
Después de desperezarme del asombro inicial, me daría cuenta de que la única alternativa que me quedaba para intentar esclarecerlas era la de prescindir de la realidad temporal como único sendero, ya que los caminos que surgen de ella evidentemente arrancan de la razón y de la lógica estando completamente sujetos, en cualquier circunstancia normal a sus reglas.
Una vez descartados los caminos surgidos del raciocinio y de su evidencia… Y para salir del desierto de asombro en el que estaba envuelto, no me quedaría otra alternativa que emplear la improvisación fantástica como único camino para poder avanzar. Aún así o tal vez por ello, mis huellas desaparecían en la medida que intentaba seguir el rumbo de la prudencia, convirtiendo el deambular por la senda creada, en un sutil laberinto que al parecer conducía a ninguna parte.
Llegar a esta conclusión no sería fácil, ya que mis únicas consejeras eran las sombras de la noche, y al no saber dialogar con ellas, la soledad poco a poco empezaría a hacer presa de mí, aunque en algún momento no fuera tan mala consejera. No obstante, si tenía que encontrar un sendero de luz con señales objetivas que me indicaran el origen de los fenómenos en los cuales estaba envuelto, no me quedaba más alternativa que la de construir un camino cimentado por la fe, y pavimentarlo de fantasía.
Camino por el cual no solo debería avanzar mi realidad, sino la de cualquier ser animado o inanimado que pudiera seguir la ruta que estaba improvisando.
Al principio... Y al no estar familiarizado me conduciría a ningún lugar, pero con el tiempo aprendería a caminar por él.
Primero mandaría toda la ilusión de que disponía, luego sería el mar, el sol, las rosas, el azul del cielo, y por último la fe en mí.
Con esta estratagema como única salida, para que la historia que empezaba a vivir pudiera desarrollarse sin que como autor y actor sufriera los estigmas recriminatorios de la lógica, empezaría a caminar por la fantástica calzada, que paradójicamente sin conducir a sitio alguno, me llevaba a todas partes.
Pronto me tornaría esclavo de esta extraña dualidad, ya que durante el día deambulaba por la vida a través de la ruta de su realidad, pero al llegar las sombras de la noche, ellas y yo nos subiríamos en el camino del ensueño, embobados por el paisaje que íbamos observando.
Si bien al principio no fuera fácil acostumbrarme a vivir con dos alternativas de realidad inmersas en una sola confirmación. No obstante con el tiempo llegaría a crear las circunstancias idóneas que se turnaban según cada elección.
El final... Se desbordaría a sí mismo, ya que se serviría de la estructura atemporal del cual mágicamente había surgido, y a través del soporte temporal al que necesariamente estaba sujeto, haría que las vivencias se salieran del camino encantado que había construido expresamente para ellas. Rebasándose a sí mismas, y a la propia realidad.