Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936). España.
Nacido el 29 de septiembre de 1864, en Bilbao, Miguel de Unamuno y Jugo perteneció a una familia de clase media acomodada vasca. Miguel contaba con seis años de edad cuando murió su padre Félix (se ha especulado que por suicidio). Tras su formación habitual, Miguel estudió filosofía y letras en la Universidad de Madrid, donde se doctoró con la tesis «Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca», en 1884. En 1891, Unamuno consiguió la cátedra de lengua y literatura griega en la Universidad de Salamanca (tras varios intentos fallidos, uno de ellos referido a la cátedra de vascuence en Bilbao); ese mismo año se casó con Concha Lizárraga, con la que mantenía un noviazgo desde su primera juventud y con la cual tendría varios hijos y compartiría ya el resto de su vida.
En 1894, Unamuno se afilió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado en 1879. Por entonces comenzaría a compaginar su labor universitaria con el periodismo, al que contribuyó con artículos políticos y culturales de enfoque socialista, aunque no revolucionario, así como con ensayos (aparecidos en la revista La España Moderna) en los que ponía en cuestión ciertos sentimientos castizos españoles, que él entendía como aspectos a superar para dotar a la decadente España de un sentido más universalista (europeísta) y progresista.
Pero, hacia 1897, Unamuno entra en una crisis de valores que le hacen abandonar su militancia, sus posturas políticas socialistas y su pensamiento filosófico racionalista para preocuparse por el individuo concreto y las cuestiones espirituales esenciales que envuelven al hombre no ya a través del conocimiento del ser, sino de la experiencia del ser. Hombre de gran erudición, Unamuno fue en adelante un librepensador sólido, aunque contradictorio, que gustaba de emplear la paradoja en sus planteamientos. Su obra literaria estará impregnada por su pensamiento espiritual, de un cariz más filosófico que moral o religioso (por más que girara en torno al cristianismo), ya que a Unamuno le preocuparían cuestiones como la libertad humana, la renuncia a uno mismo como vía hacia la virtud y el problema de la muerte y la trascendencia, cuestiones, como se ve, entroncadas con la tradición más clásica de la cultura occidental.
Más adelante, al acabar el siglo, Unamuno adaptará las ideas de Kierkegaard a su propio credo, si bien con selectivo énfasis en su método filosófico paradójico y superador de la tiranía de la razón, y no en su fondo de trascendentalismo cristiano. Frente a la «historia» (los hechos cronológicos), Unamuno propuso la «intrahistoria» (la continuidad y esencialidad de los pueblos expresadas en los individuos concretos); su pensamiento encierra rasgos del existencialismo europeo posterior que algunos estudiosos han llamado «vitalismo» unamuniano.