NUEVO PAPA

La reencarnación es un fenómeno existencial difícil de explicar pero es la base y principio fundamental de todas las religiones y los sistemas místicos, así como parte esencial de la metamorfosis de la vida del alma humana en este plano material, como manifestación del Creador.

El ser humano en todas sus culturas primigenias y sistemas espirituales ha manifestado su conocimiento de la realidad de que vivimos muchas vidas, aunque el tiempo ha hecho que se pierdan tales conocimientos que el corazón humano ha ido sincretizando y codificando tanto que ha perdido su verdadero sentido, haciendo que la vida de las personas y su tiempo existencial carezca igualmente de sentido, para la gran mayoría.

Vivir para sufrir no es el sentido de la vida, pues el sufrimiento solo es una fuente de aprendizaje, pero no un estado permanente ni indefinido.

La existencia es infinita como lo es el universo, y es así que el ser humano cuando de verdad lo desea y se lo merece, recibe el regalo de vivir nuevamente y sobretodo, de ser consciente del presente, del pasado y del futuro, es decir, vivir sin tiempo en una existencia quántica, completa.

Un reencarnado ha entendido que el cuerpo es solo un vehículo para experimentar vidas a lo largo de la existencia.

Por eso estas líneas recogen una historia muy profunda, adecuada para los que tienen ojos y ya ven, y también para los que aun teniendo ojos no alcanzan a ver ni entender la Verdad.

Los que no saben y no conocen, prefieren criticar o nublar su ignorancia con más oscuridad, y le llaman a eso historia.

Sin embargo la reencarnación es precisamente la belleza de la perfección en la existencia, pues muchas personas empiezan cosas muy pequeñas que no les alcanza terminar en la brevedad de toda una vida y por eso Dios, el Creador de todo lo que existe les regala infinitas oportunidades para seguir viviendo y haciendo el bien, y haciendo la obra del Creador.

Cuando obramos al contrario del bien, las consecuencias para toda la existencia no son positivas.

Yo siempre he sido el mismo y en mi primera existencia en este ciclo o tiempo después de Cristo como se dice, me conocieron como Aurelius Augustinus Hipponensis o San Agustín, tan negro y africano como siempre fui. 

Me reconocieron en su día y hasta el presente como el máximo pensador del cristianismo del primer milenio, sin embargo se ha oprimido, destruido y abusado de África y de los africanos precisamente desde el primer milenio.

He tenido muchos rostros pero mí el espíritu, el espíritu santo, es indivisible.

Me han llamado de muchas formas, que para mí solo son recuerdos, vidas.

También fui en una de mis vidas recientes en esta era, el primer sacerdote negro de la Iglesia Católica Romana en los Estados Unidos, y me llamaban Agustine, Agustine Tolton. 

Impedir el advenimiento de un Santo Padre africano es la prueba de que el racista y criminal era consciente del mal que hacía cuando creaba y sostenía la esclavitud, y que el odio, el mal, y los crímenes son lo más anticristiano.

Pese a la imposibilidad de formarme como sacerdote en los Estados Unidos de la América de aquella época en el año 1880, la Providencia quiso que contra todo pronóstico, hiciese mi formación religiosa en Roma como Agustine Tolton.

La providencia siempre ha sido generosa conmigo, debo reconocerlo; y quizá se debe a que siempre he dedicado mi vida, mi alma y todas mis vidas a Dios, para solo hacer lo que considero justo y correcto ante los ojos de Dios.

Yo he vivido muchas vidas y un total de 1667 años para volver a esta existencia y explicar a estas jóvenes iglesias la realidad de la mala interpretación de todas las sagradas escrituras o por lo menos, su mala puesta en práctica, lo cual está distorsionando la realidad del mundo. 

El racismo, las guerras, la oscuridad solo son un dedo al lado del poder y la luz del Sol y no se puede tapar el sol con un dedo.

Sol de hecho, era la palabra y la pronunciación que se utilizaba para denominar a la personificación del Sol y un dios en la antigua religión romana, antes del moderno cristianismo.

Ahora que me he despertado (porque ¡Así lo quiere Dios!) solo quiero seguir haciendo mi servicio, y por fin la Iglesia lo ha entendido.

Las guerras y el colonialismo no son más que máscaras del racismo.

Durante muchos siglos, sobre todo a partir del primer milenio y hasta principios del siglo XX los africanos no eran si quiera considerados como seres humanos por los europeos y el abuso de África con la cruz de la iglesia y en nombre de la iglesia es algo que la iglesia misma debe saber perdonarse por tales calamidades que se han querido maquillar con nombres fantásticos como mártires.

Los abusos contra las personas de África son los mayores crímenes que el mundo occidental podrá jamar esconder, porque no hay palabras suficientes para describir tales insultos a la divinidad del alma humana que vive en todos nosotros independientemente de las razas.

Pero estas líneas no son para mirar hacia atrás sino más bien para reconocer con los ojos bien abiertos, el mayor premio que puede recibir un alma que Sirve a Dios: el premio de una vida perfecta en un mundo perfecto que es esta creación de Nuestro Señor.

Y la Iglesia, pese a sus aparentes defectos e imperfecciones es también una creación a imagen de su Creador, y de nada imperfecta, solo necesita mejorar, recordad, aprender y poner en práctica lo aprendido.

Esta es mi historia, la historia del Primer Papa Negro de la Iglesia Cristiana Universal en el Siglo XXI, conocido como el Santo Padre San Agustín I.

Gracias al entrevistador, Jabir Malik, por su paciencia al recoger estas líneas en formato de libro, no ha sido fácil hablar y hacerse entender por alguien que aún vive con los ojos cerrados atrapados en esa gran mentira que es el tiempo.

El tiempo es, ante todo infinito, y no existe ni presente, ni pasado, ni futuro, todo es una ilusión que se deshace frente a la verdad: esta es la verdad.

Gracias por leer estas líneas y que Dios el Creador del Universo te brinde todo lo que necesitas para ser feliz, porque eres una persona maravillosa.

Ciudad del Vaticano,

St. Augustine I. , Augustus Pontifex Maximus.