En definitiva, todas sus experiencias durante su dilatada trayectoria como vidente y médium en la búsqueda de personas desaparecidas, los contactos con fallecidos, la investigación en casas encantadas y otros casos curiosos en compañía del Grupo Hepta.
Sus instrumentos habituales de trabajo eran la ouija y una bola de cristal. La clarividencia y la capacidad de comunicarse con los muertos, le permitieron verlos y establecer con ellos un diálogo fluido, ayudando a muchas personas que acudieron a ella para que les diera respuesta a cuestiones que parecían imposibles de resolver, y también a que los habitantes de la Frontera pudieran volver al otro lado, al que les corresponde.