Erik no podía creer lo que veían sus ojos: aquella sosa secretaria se había convertido en una mujer despampanante. Deseaba seducirla y demostrarle quién era el jefe... El problema era que no era eso lo que le dictaba su hasta entonces imperturbable corazón. Algo dentro de él lo impulsaba a hacer suya la encantadora inocencia de Penny.