En el plano personal no me puede ir mejor: vivo en un precioso dúplex, con un novio perfecto, y tengo las mejores amigas del mundo.
Vamos, que mi vida es maravillosa.
O lo era, hasta que a mi editora se le ocurrió gritar a los cuatro vientos que Marcel y yo era una obra autobiográfica. Por su culpa, ahora necesito a un Marcel. Pero lo único que he conseguido ha sido un Álvaro. Y a mí me gusta más Marcel. Pero sólo tengo a mano a Álvaro. Y no puedo dejar de pensar en él... en Álvaro. No, en Marcel... En los dos...
¡Qué desastre!
En estos momentos ya sólo me queda echar mano de mi inseparable agenda rosa y ponerme a apuntar cada paso que debo dar, como hago siempre para tenerlo todo controlado:
Dejar de enamorarme de mis protagonistas.
No volver a pensar en liarme con Álvaro.
Hacer más caso a mis amigas de vez en cuando.
Ignorar por completo los consejos de mi madre...