Pero la vida podía cambiar en un instante, y cuando su esposo murió repentinamente, el mundo que había construido con tanto esmero se derrumbó. La misteriosa joven que asistió al funeral confirmaba que su marido tenía secretos, y Anna estaba decidida a llegar a la verdad.
Por primera vez en su vida, no sabía qué hacer. Sus hijos sufrían por la muerte de su padre, la salud de su madre se estaba debilitando, y ella necesitaba respuestas. Asediada por un desafío tras otro, encontró apoyo en una fuente inesperada. Y, mientras recomponía su vida, entendió que, aunque los McNichol no fueran perfectos, siempre serían una familia. Y las familias eran para siempre.