Nada más verlo entrar en su despacho, Rosie percibió la invitación sexual que había en los ojos del magnate Kingsley Ward. Pero hacía ya mucho tiempo que Rosie había dado prioridad a su carrera por encima del amor. Por eso cuando Kingsley le dejó claro que la quería como parte de un acuerdo de negocios, Rosie se sintió indignada.
La propuesta inicial de Kingsley era una cuestión de negocios, no de placer. Pero Rosie era muy bella y parecía sorprendentemente inmune a sus encantos, por eso decidió hacer todo lo que fuera necesario para seducirla y convertirla en su amante.
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