El jeque Shazim Al Q'Aqabi se quedó espantado al descubrir que la mujer que haría realidad el sueño de su hermano difunto era la bailarina de striptease que había conocido en Londres.
Sin embargo, para el gobernante inflexible, el fuerte carácter de Isla Sinclair era como un vaso de agua fría en el desierto. La única amante que había tenido Shazim durante toda su vida había sido el deber. En ese momento, estaba planteándose una forma mucho más placentera de pasar las noches bajo las estrellas de desierto.
Sin embargo, dejarse llevar por el deseo con esa mujer tan inadecuada era comparable a una traición.