Heredar una casa en el sur de Francia era lo mejor que le había pasado jamás a Josie. Después de la pérdida de su madre, pasar una temporada al sol, relajada y sin una sola preocupación, era precisamente lo que necesitaba. Sin embargo, las cosas no iban a ser tan sencillas como ella esperaba; de hecho, nada más llegar descubrió que la villa había sido dividida en dos mitades, que la otra pertenecía al arquitecto Leon Kent, y que él actuaba como si fuera el propietario de las dos. Dadas las circunstancias, Josie no estaba dispuesta a hacerle ningún favor, por muy encarecidamente que se lo pidiera, y menos si el favor consistía en hacerse pasar por su prometida para ayudarlo a librarse de una joven insistente. Lo peor empezó cuando el anillo que le regaló le hizo desear que el compromiso fuese real...