El rey Augustus se quedó estupefacto cuando su país le entregó una cortesana. La única manera de liberarla era casarse con otra mujer, pero la sorprendente inocencia de Sera y su evidente anhelo por él eran muy tentadores y ponían a prueba su legendario dominio de sí mismo. Augustus sabía que, si se dejaba llevar por esa atracción, no descansaría hasta que Sera fuese su reina.