Si algo podemos atribuirle a Virginia Woolf como ensayista, aparte del ya mencionado respeto por el conocimiento y la sabiduría, así como la amplitud y hondura de sus propios conocimientos, es una posición cultural aristocrática. Ese término, aristocrática, pudiera causar algún rechazo, por traer a mientes actitudes exquisitas ajenas a las adoptadas por el común de los mortales. Sin embargo, es necesario entender lo que proponía la autora: no conformarse sino con lo mejor. Aspirar al dominio del pensamiento más elevado conseguido por el hombre, y abandonar lo fácil y lo trivial.