Partiendo de la capital, Ereván, y pasando por los fascinantes monasterios de Geghard, Khor Virap, Tatev y Haghpat, así como por Echmiadzin (el Vaticano armenio), el lago Sevan y el no-país de Nagorno Karabaj —escenario hace veinte años de una guerra que se cobró 20.000 muertos—, Xavier Moret explora a fondo una tierra obsesionada con el Ararat, la montaña en la que, según la leyenda, se posó el Arca de Noé tras el diluvio universal, principio y fin de todo lo armenio pese a hallarse —caprichos de la historia— en Turquía.
Pero este viaje es también un recorrido por la dolorosa cicatriz, todavía muy presente, del genocidio que en 1915 acabó con la vida de un millón y medio de armenios que habitaban en territorio turco. Dos terceras partes de los ciudadanos de Armenia son hoy descendientes de víctimas de aquella masacre, que sigue muy viva en la memoria de quienes, de un modo u otro, sienten como suya esa mezcla de nostalgia, orgullo y dolor que es la armenidad.