Así es. Bebes la copa más amarga de la aflicción. La muerte se ha acercado con fuerza fulminante, y uno de los más tiernos seres queridos ha caído. El sufrimiento, que siempre trabaja sin descanso, ahora te afecta. Te inclinas bajo su golpe desolador. La forma en la que disfrutabas contemplando ya no vive. La voz, tan encantadora para tu oído, nunca más podrá ser escuchada en la tierra. Un asiento vacante habla de una vacante más triste en el interior. El ser querido -más querido que uno mismo- debe ahora ser cubierto en la tumba. Te lamentas con doloroso luto. ¿Quién puede maravillarse? ¿Quién podría contenerlo?