Algunas mujeres estaban resplandecientes con diamantes, a otras les favorecían los rubíes, pero al magnate Stephen Haviland no le interesaban las joyas... No, lo que le había cautivado había sido la rara belleza de Sophia Jordan. La dulce Sophia creía estar viviendo un sueño cuando Stephen se la llevó a Venecia. Pero mientras se enamoraba de él no sospechaba que Stephen conocía un secreto que le cambiaría la vida. Sophia Jordan era la heredera de las valiosas perlas de Padua.