A Laura no se le escapaba que el príncipe Alexander de Montorino necesitaba un descanso... de sus obligaciones como príncipe. Era un hombre demasiado estricto y formal que necesitaba un poco de diversión. Durante unos días, sería una persona corriente, como ella. Laura sería su guía en el mundo normal...
Para Alexander, Laura era como una ráfaga de aire fresco, una mujer que no se preocupaba por el protocolo y le decía qué debía hacer. Sería la compañera perfecta para el resto de su vida... hasta que descubrió su secreto...