Había una vez una muchacha, llamada Cristina Quiles, que andaba dando vueltas por la vida, aprendiendo un poco de todo, con un pie en este mundo y otro en los que imaginaba, hasta que descubrió que había una manera de unir esos dos mundos sin descalabrarse, y eso era a través de los libros. Así pues, cogió todo lo aprendido y lo convirtió en dibujos que poblaban libros con historias divertidas y maravillosas.