Heinrich von Kleist, que se veía sobre todo como dramaturgo, escribió sin embargo en su corta vida algunos relatos considerados unánimemente ejemplos culminantes de la prosa alemana. Son narraciones de una intensidad insuperable en las que algo, muchas veces incluso algo muy puro—como la honradez, la inocencia o el deseo—, pone en marcha una maquinaria infernal. Y da pie a situaciones extraordinarias, situaciones límite, que someten a los personajes a grandes pruebas, muestran al hombre en la catástrofe, al mundo como un desorden frenético en el que no hay nada a que agarrarse y en el que no sirven ni la ley, ni la autoridad, ni la jerarquía, que más bien se ponen al servicio del caos. El ser humano aparece así como un enigma lleno de paradojas, como un ser a la vez angelical y diabólico. Son textos de una violencia y de un furor enormes, escritos con un estilo dramático que tensa las posibilidades del lenguaje y que recorren con libertad toda la gama de los sentimientos humanos.