Es una experiencia humillante reconocer nuestra vulnerabilidad a cometer errores.
Aunque a menudo percibimos nuestros errores como incidentes aislados, nuestra inclinación a cometer errores es inherente a nuestra naturaleza y es una consecuencia de nuestro desarrollo evolutivo.
Por lo tanto, en lugar de expresar frustración y atribuir nuestros fracasos a nuestras propias insuficiencias, es más beneficioso examinar cuidadosamente los procesos que nos llevan a cometer errores y afrontarlos.
El alcance de la percepción humana está limitado por las limitaciones de nuestros órganos visuales y facultades cognitivas.