El mito del genio solitario es este.
Sus raíces se remontan al período de la Ilustración de los siglos XVII y XVIII, cuando estaba muy extendida la idea de que la naturaleza humana es solitaria y autosuficiente.
La idea de que la mente de una persona es la fuente de su creatividad era, en ese momento, un subproducto de ideas políticas, económicas, culturales y religiosas comunes. Por ejemplo, la idea de que el universo fue creado por una única entidad divina inspiró a los artistas a ver su singularidad como la principal fuente de inspiración.
Hasta la invención de Internet, esta noción persistió hasta los tiempos modernos.
La noción del genio solitario ha sido desacreditada e Internet ha cambiado nuestras concepciones de la creatividad en la misma medida que ha cambiado nuestra vida social y profesional.
Ahora entendemos que, la mayoría de las veces, la creatividad surge de encontrar un equilibrio entre el compromiso social y la introspección, así como de pasar largos períodos de “tiempo a solas”.
Debes entablar algún tipo de diálogo creativo con otra persona o cosa para despertar tu creatividad. Esa otra persona podría ser otro artista, una musa o incluso tu voz interior.
El elemento más crucial es que este “diálogo” logre un equilibrio entre el compromiso social y la introspección (es decir, hablar con su yo interior).