Con lo que no contaba, era con los tejemanejes de su abuelo.
De la noche a la mañana su futuro la situó lejos de Londres para casarse con… ¿el duque de Peachwood?
Un hombre que, desde el fallecimiento de su esposa e hijo, en extrañas circunstancias, no había vuelto a aparecer en sociedad. Se había recluido en el campo y no se relacionaba con nadie.
Su única obsesión, según los cotilleos de los salones londinenses, eran los melocotoneros que tenía en su invernadero.