«Había algo en la muchacha que no se podía pasar por alto: sus ojos. Eran como una sublimación de su persona; no era necesario buscar más allá: en los ojos estaba toda ella.»
Unos ojos azules se desarrolla en torno a la consideración -a menudo falsa- que los hombres tienen de las mujeres. Elfride, una bella joven de ojos azules, es la hija del rector de Endelstow, un remoto encl ave de Cornualles. Elfride pronto se verá atrapada entre dos hombres, el joven arquitecto Stephen Smith y un viejo hombre de letras, Henry Knight, que arruinarán su amistad por la chica. A lo largo de la novela surgen asuntos como las relaciones sentimentales entre clases sociales diferentes, la naturaleza del amor o la fatalidad del deseo.
Esta obra, considerada una de las más interesantes y autobiográficas del autor, ha sido vertida al castellano por la virtuosa mano de Damià Alou. Incluye, además, una introducción escrita por el propio traductor.
Thomas Hardy (1840-1928) publicó catorce novelas, una cincuentena de cuentos y más de mil poemas. Atacado por la insólita crudeza sexual de muchos de sus libros, la falta de entusiasmo, cuando no la hostilidad, con que fue recibida Jude el Oscuro fue determinante en su abandono definitivo de la novela. A partir de 1895 Hardy se entregó de lleno a la poesía. De este modo consiguió el extraño honor de convertirse a la vez en el último novelista británico del XIX y en el primer gran poeta en lengua inglesa del siglo XX. Y la verdad es que, como novelista, y a pesar de mostrarse lúcido testigo de los orígenes de la modernidad, Hardy pertenece más apropiadamente al universo de Balzac, Dickens, Dostoyevski o Galdós que al de Proust, Woolf, Joyce o Kafka.
Los últimos quince años de su vida fueron testigos de un triunfo que le había sido tan esquivo como ahora le fue estrepitoso, y Hardy pudo vivir plenamente la experiencia de convertirse en el Gran Escritor de su tiempo.
Murió en su mansión de Max Gate, cerca de Dorchester, a la que en sus últimos años acudían en peregrinación sus numerosos admiradores, entre los que se contaron R. L. Stevenson, J. M. Barrie, W. B. Yeats, John Cowper Powys, Virginia Woolf, T. E. Lawrence, H. G. Wells, E. M. Forster, George Bernard Shaw, Robert Graves, Ford Madox Ford, Walter de la Mare y Wilfrid Ewart. Sus cenizas se conservan en la abadía de Westminster, pero su corazón le fue extraído y enterrado en el cementerio de la parroquia de Stinsford, junto a los restos de sus dos mujeres.