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Cuando los individuos experimentan estrés o perciben una amenaza, el hipotálamo comienza a producir hormonas del estrés, que posteriormente inducen un aumento de la frecuencia cardíaca y la tensión muscular. La respuesta innata de “luchar o huir” es inherente, aunque puede tener efectos perjudiciales cuando se encuentra en circunstancias sin peligro inminente.
El mindfulness, que implica practicar la meditación y ser plenamente consciente del momento presente, no es un remedio para las consecuencias del estrés. Sólo puede ayudarnos a aceptar la realidad tal como es y a reconocer los orígenes de nuestro estrés. La atención plena nos permite ver que no tenemos control sobre nuestras circunstancias, pero sí poseemos la capacidad de determinar nuestra respuesta ante ellas.
Siéntate cómodamente y cierra los ojos. Consideremos la mente humana como la capa superficial de un océano. El océano es extenso y exquisito, con olas de distintos tamaños. De vez en cuando las olas son agitadas por las fuerzas del estrés y la preocupación, lo que resulta en un estado muy tumultuoso. Examina estas ondas. Obsérvalos con curiosidad mientras inhalas profundamente. Observe la restauración gradual de la tranquilidad en la superficie del océano y despierte gradualmente a su propio ritmo.
Mucha gente cree erróneamente que el mindfulness busca eliminar las alteraciones de nuestro estado mental para establecer un estado de calma y serenidad. Sin embargo, esta suposición es completamente incorrecta. Cada uno de nosotros enfrenta desafíos en nuestras vidas sobre los cuales tenemos influencia limitada o nula. Sin embargo, esto no implica que debamos percibirnos como receptores pasivos de las fuerzas que provocan perturbaciones significativas en nuestros pensamientos.
La meditación de atención plena puede ayudarnos a buscar refugio y adquirir las habilidades para afrontar estos desafíos.
